[Nota de Opinión] María Rox @duna_rox
El Puebla de siempre.
Rememorar 70 años de historia camotera
Hace más de cien años el fútbol, en su estado prototípico, desembarcó en México por medio de jóvenes industriales del viejo continente. La afición por este deporte se volvió epidémica y en menos de lo que canta un gallo, había equipos amateurs surgiendo por todos lados. Hasta que un viejo conocido de la trampa, el club América, usó jugadores profesionales para alcanzar el campeonato.
Aquello trajo a la mesa la discusión de profesionalizar el fútbol. Y así en la década de los cuarenta surgió la liga mexicana. El Puebla había nacido en 1944, cuando un grupo de empresarios textiles consideraron pertinente, que una ciudad tan moderna y boyante, debía tener representativo de esta nueva y febril moda del fútbol profesional. Hicieron de su bastión un estadio de madera, ubicado en la antigua periferia de la ciudad, el parque Mirador. El comienzo fue prometedor al coronarse campeón de copa y quedar en segundo lugar de la liga.
Sin embargo y como premonición de lo que vendría después, las cosas en poco más de una década se fueron rápidamente al barranco. Primero en la temporada 1955 – 1956 se pidió permiso a la federación mexicana de retirarse temporalmente de la competición porque el equipo no tenía recursos financieros, permiso que fue negado, pero ya no fue necesario, porque el estadio se incendió, y por lo tanto Puebla se quedaba sin equipo representante.
Después de muchos intentos, un equipo de la Franja volvería a ver la luz en 1964, para esa época jugando ya en el estadio Ignacio Zaragoza. Por supuesto debió hacer la pesada travesía en la división de ascenso, en esos años, segunda, durante unos seis años. Hasta que en 1970 lograron el ansiado ascenso.
El equipo empezó a jugar en el recién construido estadio Cuauhtémoc, el cual, lucía un perfil diferente. No tenía las pesadas y amorfas rampas, decoraba su frente un hermoso mural realizado en mosaicos y en general era un inmueble que englobaba a su época de la mejor manera. Sin embargo el regreso al máximo circuito no fue de beneplácito, fue más bien de altibajos y solo tuvo en los pies de Silvio Fogel a su máxima estrella. Al iniciar la década, en 1982, estuvo a nada de ser vendido a Veracruz, pero una de esas suertes políticas, lo evitó.
En fin, para ese mismo año el Puebla llegaba a un nuevo torneo en la misma sintonía. Un equipo armado al vapor por el que nadie daba nada, dirigido por un novato Manuel Lapuente. Los dioses pamboleros son caprichosos, y una que otra vez, esta alquimia improvisada convierte al patito feo al campeón. Puebla alcanzaría el estatus mítico del campeonísimo en otro episodio de alquimia improvisada.
Después de ese momento de gloria, esta poco a poco se difuminó y el Puebla entró a la hecatombe de larga duración, que parece no tener fin. Y no es que el terreno no fuera extraño, pero en décadas pasadas, mínimo se salvaguardaba algo de cordura. En 1995 se mandó al demonio la tradición del club, después vinieron cinco yugoslavos y se coronó todo en 1999 con un descenso no consumado, pues la unión de curtidores se quemó en nuestro lugar.
La advertencia, en vez de atizar los ánimos y motivaciones para regresar las glorias, convirtió al Puebla en un circo de luz y color, hasta que se quemó ahora sí, en el 2005. Con un proyecto limitado, se regresó en el 2007. Y por poco pudo alcanzar la gloria, pero todo se desmoronó con un cabezazo de Darío Verón a nada de acabar el encuentro. Si, los malditos minutos finales hacían su aparición.
Para este 2015, a diez años de esa quema, el Puebla se enfiló solito y sin ataduras hacia al descenso. Una vez más la improvisación, falta de visión y amor a la institución, cobrará, de consumarse el descenso, facturas muy caras. El discurso de los jugadores suena a un viejo acetato dando de vueltas en un fonógrafo, monótonas voces mientras el ruido de fondo, demuestra que nada está bien.
El propósito de rememorar los 70 años de historia camotera, por supuesto, es visualizar que el equipo ha tenido días de gloria pero muchos de pena. Y que nadie aquí tiene que ser más fan que otro, la cuestión es, personal. Dicen ya, “que cada quien elige su infierno”(o gloria, algún día)
La opinión expresada en esta columna es responsabilidad de quien la escribe y no busca generar conflictos entre los involucrados, si no generar conciencia en cada lector.
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